Las
españolas que son “muy españolas y mucho españolas” han dicho
basta a la brecha salarial, cultural, social y mental asombrando al
mundo entero. Una movilización que ha pillado con el pie cambiado al
gobierno de Rajoy
y
al partido de Albert
Rivera,
ambos partidos de derechas, que en temas de mujer siguen exhibiendo
ideas rancias y caducas. No vieron venir la embestida que han
supuesto las multitudinarias manifestaciones y cuando ya era tarde se
pusieron un lazo morado en la solapa. Pensaron que el 8 de marzo de
2018 sería otro más de misas, charlas sobre los placeres de la
menopausia, partidas de chinchón y talleres de petipuá. Tan
descolocados les ha pillado que la ministra García
Tejerina,
la que hace huelga a la japonesa mientras la espera el coche oficial,
acabó traicionada por su subconsciente y llegó a decir que “había
que erradicar al hombre”. El papelón de la consejera de Familia e
Igualdad de la región de Murcia, Violante
Tomás,
también es para enmarcar porque ella mejor que nadie sabe lo que han
dejado de hacer en materia de igualdad los sucesivos gobiernos
regionales del PP.
Para
empezar,
el
distintivo de igualdad -la pegatina- que anuncian para empresas que
opten por la igualdad entre hombres y mujeres viene recogido en
el artículo 23.3 de la Ley 7/2007, de 4 de abril, para la igualdad
entre Hombres y Mujeres y de Protección contra la violencia de
género en la región de Murcia. Es decir, que llevan una semana
anunciando como novedoso algo que se aprobó hace una década. Un
“extraordinario retraso” de diez años que lamenta el Consejo
Económico y Social en su dictamen de 29 de septiembre de 2017 sobre
el distintivo de igualdad; y todavía falta que se pronuncie el
Consejo Jurídico. Pero es que el gobierno regional está exigiendo
planes de igualdad a las empresas murcianas mientras guarda en un
cajón su plan estratégico para la igualdad entre hombres y mujeres
2016-2020. La diputada del PP Isabel
Soler
dijo el pasado jueves en sede parlamentaria, en respuesta a una
moción del PSOE, “que ese plan acaba de salir del CES y pronto
será una realidad”, pero en el CES no tienen noticias de dicho
plan. Allí no ha entrado nada. El último dictamen sobre un plan de
igualdad de oportunidades lo emitieron el 13 de mayo de 2009. Pero
hay más. El Observatorio de Igualdad que acaba de anunciar como
novedoso el presidente regional también está incluido en la ley de
2007 lo que, ineludiblemente, nos lleva a concluir que todo es
“postureo feminista” para taponar la brecha abierta por Rajoy
cuando dijo en Onda Cero sobre la brecha salarial que “mejor no
meterse en eso” para retractarse más tarde al comprobar que la
movilización feminista era imparable. No han terminado de entender
que no se trata solamente de igualdad salarial, sino de igualdad
social.
Miramos
con envidia a Islandia que acaba de aprobar una ley de igualdad
salarial que contempla sanciones económicas ejemplarizantes a las
empresas que no demuestren que sus empleados cobran el mismo sueldo
por el mismo trabajo con independencia de su género, etnia,
sexualidad o nacionalidad. Pero ya en España cualquier empresa puede
demostrar que no paga más a hombres que a mujeres por la misma tarea
con tanta categoría y tanto plus.
Desde
que en 1980 se aprobó el Estatuto de los Trabajadores es ilegal en
España pagar distinto por el mismo trabajo y la Ley 11/1994
estableció el pago de igual salario por trabajos de igual valor.
Gracias a esa ley el Tribunal Superior de Justicia de Canarias anuló
en 2017 el reparto salarial de un hotel por pagar un plus de
productividad diferente a las camareras de piso (mujeres) y a los
camareros de sala (mayoritariamente hombres). Ellas cobraban 139
euros, mientras que ellos 640 euros, a pesar de que las dos
ocupaciones pertenecen a la misma categoría de su convenio y tienen
el mismo salario base.
España
ya dispone de leyes que garantizan la igualdad salarial, luego ¿por
qué existe la denominada “brecha salarial”? que en la región de
Murcia se calcula en más de 6.000 euros al año. En España las
mujeres ganan menos que los hombres, pero no por hacer el mismo
trabajo. Si eso fuese posible, no habría paro femenino en España.
Ganan menos porque se han incorporado más tarde al mundo laboral y,
por tanto, acumulan menos antigüedad, no son beneficiarias de pluses
de peligrosidad o nocturnidad como los hombres, ascienden con más
dificultad que ellos, suelen elegir carreras profesionales peor
pagadas, copan los contratos a tiempo parcial y son las que
mayoritariamente solicitan reducciones de jornada y excedencias para
cuidar a hijos o a familiares dependientes porque los estereotipos
siguen pesando como una losa en nuestra sociedad. Luego hay que
hablar de brecha salarial, pero también de brecha cultural y mental.
La corresponsabilidad real en el cuidado de los hijos no existe.
Y
luego está el denominado techo de cristal. En España los jefes se
siguen llamando mayoritariamente “Manolo” pese a que ellas están
saliendo de las universidades tan cualificadas o más que ellos. Y
los jefes se sienten más cómodos contratando y ascendiendo a sus
semejantes varones en una especie de andronergia
ancestral
(palabro
que me acabo de inventar para referirme a la complicidad entre los
hombres),
como cuando hace miles de años cazaban en manada mientras las
mujeres se quedaban en la cueva pariendo y cuidando de la prole que
es lo que, salvando las distancias, sigue sucediendo.
Lamentablemente
muchos empresarios siguen temiendo el embarazo de sus empleadas pese
a que la baja natalidad debiera ser una cuestión de Estado en un
país envejecido como España. Es ilegal pero se sigue despidiendo a
mujeres por quedarse embarazadas y muchas lo ocultan por temor al
despido. La mera posibilidad de que una mujer se pueda quedar
embarazada sigue siendo su principal handicap en muchos sectores de
actividad. En ese aspecto seguimos en la caverna como el Obispo de
San Sebastián que cree que el demonio habita dentro de las
feministas. Y es precisamente ahí donde la política puede ayudar
acabando con unos horarios laborales demenciales como los que tenemos
en España que permitan conciliar trabajo y familia, creando más
escuelas infantiles públicas y obligando a que la baja por
nacimiento de hijos sea obligatoria para padres y madres como ocurre
en Islandia y en otros países escandinavos. En la igualitaria
Islandia, los primeros 90 días de baja se los toma la madre y los 90
días restantes se los toma el padre obligatoriamente. Así han
puesto fin a la embarazosa brecha. Y por eso el PSOE, que en temas de
igualdad aventaja de largo al PP, ha registrado una proposición de
ley que establece seis semanas OBLIGATORIAS de permiso por paternidad
inmediatamente después del parto de la madre y prevé sanciones de
hasta 50.000 euros para las empresas que impidan el ejercicio de los
derechos de conciliación. Ese es el camino.
En
España sigue siendo impensable una mujer presidente. En sus más de
100 años de historia, la Universidad de Murcia no conoce rectora y
no la conocerá durante los próximos cuatro años. Elena
Quñones
lo intentó y sus adversarios la tacharon de “oportunista” por
ser mujer. El Consejo Jurídico de la región de Murcia cumple 20
años y sus longeeevos integrantes no “han conocido mujer”. Las
inmensa mayoría de empresas agroallimentarias y comunidades de
regantes están dirigidas por hombres. El grupo parlamentario
Ciudadanos en la Asamblea Regional es exclusivamente masculino porque
la ley electoral de la región de Murcia no dice nada de listas
paritarias y cuando se reformó en 2015, tampoco promovió la paridad
no fuese a colarse en las listas electorales alguna mujer sin talento
frente a tanto premio Nobel de la política regional. Evidentemente,
las mujeres no estaban en la agenda del PP y Ciudadanos. El programa
electoral de la formación naranja en la región de Murcia en materia
de mujer e igualdad es para echarse a llorar. Dedica más páginas al
bienestar animal de cabras y ovejas que a las mujeres. Y Rajoy
recurrió la Ley de Igualdad de Zapatero
que establecía la paridad en las listas electorales desde 2007
-entendida como un reparto 60-40%- con el argumento de que la mujer
debe llegar por mérito y capacidad y no por cuota. De no ser por esa
ley, que avaló el Tribunal Constitucional, aún habría menos
mujeres con escaño en el Congreso porque los andronérgicos
prefieren que esos puestos los ocupen otros hombres como cabezas de
familia que son o aspiran a ser independientemente de su capacidad.
Ellos sí ponen en práctica con gran eficacia la sororidad
masculina
que lleva a los hombres a preservar un sistema históricamente
machista que refuerza los techos de cristal con metacrilato que pesa
menos pero frena igual. Lo que está sucediendo ahora es que las
mujeres se han cansado de avanzar al ritmo manso de los hombres que
de manera condescendiente han ido haciendo concesiones. Quieren
dinamitar el techo de cristal y quieren hacerlo ya.
Hace
100 años -el 6 de febrero de 1918- las mujeres británicas
conquistaron el derecho al voto y cambiaron el mundo. Marcaron el
camino. En España tendremos que esperar hasta 2033 para conmemorar
el voto femenino. Y lo hicieron rompiendo escaparates, saboteando
líneas eléctricas, encadenándose a las vías del tren. Fueron
encarceladas, torturadas, alimentadas a las fuerza cuando se pusieron
en huelga de hambre. Los opositores al voto femenino veían en esas
tácticas de protesta muestras de irresponsabilidad, pero es que las
mujeres británicas se habían cansado de esperar tras cincuenta años
de campaña pacifista por el voto femenino que “no sirvió para
nada” como asegura la profesora de historia de la Universidad de
Lincoln en Reino Unido, Krista
Cowman.
Su lema fue: “Actos y no palabras”. Seguro que el Frank
Bernabé
de turno las llamó “antisistema” y “sucias radicales” por
protestar en defensa de lo que consideraban justo que es justamente
lo que están haciendo las mujeres de las vías de Murcia. Ellas, las
sufragistas, lucharon con uñas y dientes por nosotras cambiando el
orden social establecido y a nosotras nos toca ahora luchar por las
mujeres que vendrán.