martes, 13 de marzo de 2018

MANOLOS Y ANDRONERGIA

Hola Mundo.


Las españolas que son “muy españolas y mucho españolas” han dicho basta a la brecha salarial, cultural, social y mental asombrando al mundo entero. Una movilización que ha pillado con el pie cambiado al gobierno de Rajoy y al partido de Albert Rivera, ambos partidos de derechas, que en temas de mujer siguen exhibiendo ideas rancias y caducas. No vieron venir la embestida que han supuesto las multitudinarias manifestaciones y cuando ya era tarde se pusieron un lazo morado en la solapa. Pensaron que el 8 de marzo de 2018 sería otro más de misas, charlas sobre los placeres de la menopausia, partidas de chinchón y talleres de petipuá. Tan descolocados les ha pillado que la ministra García Tejerina, la que hace huelga a la japonesa mientras la espera el coche oficial, acabó traicionada por su subconsciente y llegó a decir que “había que erradicar al hombre”. El papelón de la consejera de Familia e Igualdad de la región de Murcia, Violante Tomás, también es para enmarcar porque ella mejor que nadie sabe lo que han dejado de hacer en materia de igualdad los sucesivos gobiernos regionales del PP.

Para empezar, el distintivo de igualdad -la pegatina- que anuncian para empresas que opten por la igualdad entre hombres y mujeres viene recogido en el artículo 23.3 de la Ley 7/2007, de 4 de abril, para la igualdad entre Hombres y Mujeres y de Protección contra la violencia de género en la región de Murcia. Es decir, que llevan una semana anunciando como novedoso algo que se aprobó hace una década. Un “extraordinario retraso” de diez años que lamenta el Consejo Económico y Social en su dictamen de 29 de septiembre de 2017 sobre el distintivo de igualdad; y todavía falta que se pronuncie el Consejo Jurídico. Pero es que el gobierno regional está exigiendo planes de igualdad a las empresas murcianas mientras guarda en un cajón su plan estratégico para la igualdad entre hombres y mujeres 2016-2020. La diputada del PP Isabel Soler dijo el pasado jueves en sede parlamentaria, en respuesta a una moción del PSOE, “que ese plan acaba de salir del CES y pronto será una realidad”, pero en el CES no tienen noticias de dicho plan. Allí no ha entrado nada. El último dictamen sobre un plan de igualdad de oportunidades lo emitieron el 13 de mayo de 2009. Pero hay más. El Observatorio de Igualdad que acaba de anunciar como novedoso el presidente regional también está incluido en la ley de 2007 lo que, ineludiblemente, nos lleva a concluir que todo es “postureo feminista” para taponar la brecha abierta por Rajoy cuando dijo en Onda Cero sobre la brecha salarial que “mejor no meterse en eso” para retractarse más tarde al comprobar que la movilización feminista era imparable. No han terminado de entender que no se trata solamente de igualdad salarial, sino de igualdad social.

Miramos con envidia a Islandia que acaba de aprobar una ley de igualdad salarial que contempla sanciones económicas ejemplarizantes a las empresas que no demuestren que sus empleados cobran el mismo sueldo por el mismo trabajo con independencia de su género, etnia, sexualidad o nacionalidad. Pero ya en España cualquier empresa puede demostrar que no paga más a hombres que a mujeres por la misma tarea con tanta categoría y tanto plus.

Desde que en 1980 se aprobó el Estatuto de los Trabajadores es ilegal en España pagar distinto por el mismo trabajo y la Ley 11/1994 estableció el pago de igual salario por trabajos de igual valor. Gracias a esa ley el Tribunal Superior de Justicia de Canarias anuló en 2017 el reparto salarial de un hotel por pagar un plus de productividad diferente a las camareras de piso (mujeres) y a los camareros de sala (mayoritariamente hombres). Ellas cobraban 139 euros, mientras que ellos 640 euros, a pesar de que las dos ocupaciones pertenecen a la misma categoría de su convenio y tienen el mismo salario base.

España ya dispone de leyes que garantizan la igualdad salarial, luego ¿por qué existe la denominada “brecha salarial”? que en la región de Murcia se calcula en más de 6.000 euros al año. En España las mujeres ganan menos que los hombres, pero no por hacer el mismo trabajo. Si eso fuese posible, no habría paro femenino en España. Ganan menos porque se han incorporado más tarde al mundo laboral y, por tanto, acumulan menos antigüedad, no son beneficiarias de pluses de peligrosidad o nocturnidad como los hombres, ascienden con más dificultad que ellos, suelen elegir carreras profesionales peor pagadas, copan los contratos a tiempo parcial y son las que mayoritariamente solicitan reducciones de jornada y excedencias para cuidar a hijos o a familiares dependientes porque los estereotipos siguen pesando como una losa en nuestra sociedad. Luego hay que hablar de brecha salarial, pero también de brecha cultural y mental. La corresponsabilidad real en el cuidado de los hijos no existe.

Y luego está el denominado techo de cristal. En España los jefes se siguen llamando mayoritariamente “Manolo” pese a que ellas están saliendo de las universidades tan cualificadas o más que ellos. Y los jefes se sienten más cómodos contratando y ascendiendo a sus semejantes varones en una especie de andronergia ancestral (palabro que me acabo de inventar para referirme a la complicidad entre los hombres), como cuando hace miles de años cazaban en manada mientras las mujeres se quedaban en la cueva pariendo y cuidando de la prole que es lo que, salvando las distancias, sigue sucediendo.

Lamentablemente muchos empresarios siguen temiendo el embarazo de sus empleadas pese a que la baja natalidad debiera ser una cuestión de Estado en un país envejecido como España. Es ilegal pero se sigue despidiendo a mujeres por quedarse embarazadas y muchas lo ocultan por temor al despido. La mera posibilidad de que una mujer se pueda quedar embarazada sigue siendo su principal handicap en muchos sectores de actividad. En ese aspecto seguimos en la caverna como el Obispo de San Sebastián que cree que el demonio habita dentro de las feministas. Y es precisamente ahí donde la política puede ayudar acabando con unos horarios laborales demenciales como los que tenemos en España que permitan conciliar trabajo y familia, creando más escuelas infantiles públicas y obligando a que la baja por nacimiento de hijos sea obligatoria para padres y madres como ocurre en Islandia y en otros países escandinavos. En la igualitaria Islandia, los primeros 90 días de baja se los toma la madre y los 90 días restantes se los toma el padre obligatoriamente. Así han puesto fin a la embarazosa brecha. Y por eso el PSOE, que en temas de igualdad aventaja de largo al PP, ha registrado una proposición de ley que establece seis semanas OBLIGATORIAS de permiso por paternidad inmediatamente después del parto de la madre y prevé sanciones de hasta 50.000 euros para las empresas que impidan el ejercicio de los derechos de conciliación. Ese es el camino.

En España sigue siendo impensable una mujer presidente. En sus más de 100 años de historia, la Universidad de Murcia no conoce rectora y no la conocerá durante los próximos cuatro años. Elena Quñones lo intentó y sus adversarios la tacharon de “oportunista” por ser mujer. El Consejo Jurídico de la región de Murcia cumple 20 años y sus longeeevos integrantes no “han conocido mujer”. Las inmensa mayoría de empresas agroallimentarias y comunidades de regantes están dirigidas por hombres. El grupo parlamentario Ciudadanos en la Asamblea Regional es exclusivamente masculino porque la ley electoral de la región de Murcia no dice nada de listas paritarias y cuando se reformó en 2015, tampoco promovió la paridad no fuese a colarse en las listas electorales alguna mujer sin talento frente a tanto premio Nobel de la política regional. Evidentemente, las mujeres no estaban en la agenda del PP y Ciudadanos. El programa electoral de la formación naranja en la región de Murcia en materia de mujer e igualdad es para echarse a llorar. Dedica más páginas al bienestar animal de cabras y ovejas que a las mujeres. Y Rajoy recurrió la Ley de Igualdad de Zapatero que establecía la paridad en las listas electorales desde 2007 -entendida como un reparto 60-40%- con el argumento de que la mujer debe llegar por mérito y capacidad y no por cuota. De no ser por esa ley, que avaló el Tribunal Constitucional, aún habría menos mujeres con escaño en el Congreso porque los andronérgicos prefieren que esos puestos los ocupen otros hombres como cabezas de familia que son o aspiran a ser independientemente de su capacidad. Ellos sí ponen en práctica con gran eficacia la sororidad masculina que lleva a los hombres a preservar un sistema históricamente machista que refuerza los techos de cristal con metacrilato que pesa menos pero frena igual. Lo que está sucediendo ahora es que las mujeres se han cansado de avanzar al ritmo manso de los hombres que de manera condescendiente han ido haciendo concesiones. Quieren dinamitar el techo de cristal y quieren hacerlo ya.

Hace 100 años -el 6 de febrero de 1918- las mujeres británicas conquistaron el derecho al voto y cambiaron el mundo. Marcaron el camino. En España tendremos que esperar hasta 2033 para conmemorar el voto femenino. Y lo hicieron rompiendo escaparates, saboteando líneas eléctricas, encadenándose a las vías del tren. Fueron encarceladas, torturadas, alimentadas a las fuerza cuando se pusieron en huelga de hambre. Los opositores al voto femenino veían en esas tácticas de protesta muestras de irresponsabilidad, pero es que las mujeres británicas se habían cansado de esperar tras cincuenta años de campaña pacifista por el voto femenino que “no sirvió para nada” como asegura la profesora de historia de la Universidad de Lincoln en Reino Unido, Krista Cowman. Su lema fue: “Actos y no palabras”. Seguro que el Frank Bernabé de turno las llamó “antisistema” y “sucias radicales” por protestar en defensa de lo que consideraban justo que es justamente lo que están haciendo las mujeres de las vías de Murcia. Ellas, las sufragistas, lucharon con uñas y dientes por nosotras cambiando el orden social establecido y a nosotras nos toca ahora luchar por las mujeres que vendrán.