A Albert Rivera solo le falta jurar por Snoopy que no pactará con Pedro Sánchez. Es un no parar de juramentos promesas. Y es así por la fama de veletas y de falta de credibilidad que se han granjeado a pulso fuera y dentro del propio partido donde cada vez hay más críticos. Militantes hartos de que les vendan una democracia interna que no existe y de que les pidan que confíen ciegamente en un sistema telemático de votación que diseña y controla el partido, sin que ninguna empresa externa e independiente pueda auditar el proceso y certificar su limpieza.
A Isabel Franco solo le falta jurar por Snoopy que su victoria en primarias fue limpia. El problema es que no tiene modo de demostrarlo y eso hará que la sombra de la persiga sospecha. Es como la paradoja del gato del Schrödinger: un gato, junto a un matraz con veneno y un dispositivo con una partícula radiactiva, dentro de una caja sellada. Si el dispositivo detecta radiación rompe el frasco, liberando el veneno que mata al gato. Según la interpretación de este experimento imaginario es que el gato está al mismo tiempo vivo y muerto. La única manera de averiguarlo es abriendo la caja. Y eso es lo que ocurre con el proceso de voto digital de Ciudadanos. Que tan cierto es que se ha cometido fraude como que no. La única manera de averiguarlo es abriendo la caja, pero eso solo puede hacerlo un juez o un fiscal con ganas de investigar a fondo y dispuesto a que de esa caja no salga un gato (vivo o muerto) sino todos los males de un partido político como sucedió con la caja de Pandora.
El informe de la empresa cartagenera Oficia Sistemas SL realizado por encargo del precandidato Leonardo Pérez, que concluye que Franco pudo haber recibido 233 votos de fuera de la región tras rastrear las 600 direcciones IP, no puede hacer presuponer que realmente se cometió fraude, pero tampoco que no se haya cometido. Eso es lo terrible del caso. Tan vivo como muerto está el gato. Tan regulares como irregulares han sido las primarias de Cs en Murcia. Quizá por eso el propio secretario general de Cs, José Manuel Villegas no ha tenido más remedio que admitir que el sistema de votación de CS es mejorable.
Pero lo que también ha demostrado la crisis reciente de Cs en la región de Murcia es que la comunicación no parece ser el plato fuerte de Franco, aunque se presenta como experta en la materia. Empezó
acusando a los periodistas de ser víctimas de fakenews y obtuvo dos
portadas demoledoras al día siguiente en La Verdad y La Opinión. No es
buena idea intentar resolver una crisis atacando a los periodistas como
hizo Cristina Cifuentes con su máster. Pero es que con ese comentario en redes sociales, la dirigente de Cs ha exhibido que no sabe distinguir entre noticia y fakenew y eso es de 1º de carrera. Para intentar explicar que hubiese varios votos de una misma IP habló en twitter de quedadas de amigos para
tomar cervezas y votar en primarias pasándose el móvil con más megas de conexión. Quedó en evidencia al tener que
recomendarle el mismo secretario del Colegio Oficial de Técnicos
Informáticos, José Velasco López que debe leer las notas de prensa hasta el final. Y
lo más relevante de todo es que ha logrado que el citado colegio
advierta de que ningún partido político emplea medios fiables de voto
electrónico porque "tan solo determinados mecanismos técnicos utilizados
de manera rigurosa
como la certificación digital o el uso de 'Blockchain' pueden garantizar
suficientemente la confianza en un proceso de votación electrónica y
hasta la fecha, ningún partido político ha utilizado dichos
mecanismos y dejan por tanto la puerta abierta a que los procesos de
votación electrónica tengan evidentes resquicios de fiabilidad. Ella
sola ha conseguido que todo un colegio oficial de técnicos informáticos
cuestione la fiabilidad y la seguridad del sistema de votación digital
de Ciudadanos. Su falta de pericia es de nota y aspira a gobernar la región de Murcia.
Y, por supuesto, no ha dado una respuesta personal a la crisis como sugieren los manuales de comunicación. Algo que debiera saber si ha sido la coordinadora de formación del colegio de periodistas. Véase el caso del chalé en Galapagar de Pablo Iglesias e Irene Montero que zanjaron con una consulta a las bases sobre su continuidad al frente del partido. Tan cuestionable la consulta como efectiva de puertas adentro. Una respuesta personal eficaz y contundente de Isabel Franco habría sido ofrecerse a repetir las primarias con urnas, papeletas y testigos independientes para zanjar de raíz el debate sobre su legitimidad, pero no se ha atrevido. Se ha limitado a pasearse por los medios de comunicación ofreciendo entrevistas que han suscitado más dudas que certezas porque, por ejemplo, admite que no sabe si el voto digital en Cs es secreto (que no lo es) porque desconoce el proceso técnico interno y, por tanto, recomienda a los que tengan miedo o no se sientan libres que que no voten. Y para rematar se refiere a las urnas y papeletas con las que iremos a votar el 28 de abril y 26 de mayo como "antiguas" y añade que "es cuestión de confianza en las nuevas tecnologías" que, como se está viendo, solo generan sospechas de pucherazo. Tampoco ha sabido explicar por qué el día de las primarias hubo militantes que recibieron llamadas telefónicas desde la sede del partido Cs en la región de Murcia. Asegura que no estaba allí. Audio entrevista Onda Cero.
Isabel Franco ha hecho un pan como unas tortas pidiendo simple y llanamente que todos crean al comité de garantías de su partido. Me temo que acabará teniendo que jurar por Snoopy que su victoria en primarias fue impoluta porque sus oponentes están dispuestos a verse con ella en tribunales siguiendo los pasos del precandidato madrileño Carlos Bermejo. Franco ya debería saber que en este caso, la duda razonable te lleva a un veredicto de culpabilidad, no de inocencia.
"Otro vendrá que bueno te hará" le dicen estos días a Miguel Sánchez. Lógico hasta cierto punto. Al fin y al cabo, Sánchez ya era conocido y se había labrado un currículum político. El partido podría haber rentabilizado en campaña que se enfrentó a la corrupción de Pedro Antonio Sánchez, forzó la reforma de la ley electoral, negoció la reforma del Estatuto de Autonomía y no cedió a las presiones de los poderosos con la Ley del ARCA. Sánchez solo necesitaba que la dirección nacional de su partido realmente creyese en la democracia interna y hubiese garantizado unas primarias limpias y libres. En cambio, optó por cortarle la cabeza de un tajo y por señalar públicamente a la ganadora de las primarias semanas antes de que éstas se celebrasen. No se puede gestionar peor ni con tan poco recato un partido político a las puertas de unas elecciones.