Hola Mundo.
Cuando
300 tractores del campo de Cartagena, durante casi 30 horas,
colapsaron el centro de Murcia, un vecino afectado increpó a uno de
los tractoristas advirtiéndole de lo que le pasaría por secuestrar
a toda una ciudad y el agricultor le miró y con cierta sorna
preguntó “¿Y qué me van a hacer, escupirme, llevarse el tractor?
Si este es el que saco los domingos con las carrozas”, a lo que el
indignado viandante no supo qué responder mientras el agricultor
siguió camino de la plaza Santo Domingo donde sus compañeros
estaban haciendo migas para almorzar. Saben de su capacidad de
presión.
Sin
palabras se quedaron también los antidisturbios que la Delegación
del Gobierno envió al paraje de Torre Pacheco conocido como El
Radar, la mañana del 4 de julio de 2016, que la Confederación
Hidrográfica del Segura -tras el escándalo del vídeo de la sopa
verde en que se había convertido el Mar Menor y a requerimiento de
la consejería– decidió sellar la tubería que desagua las
salmueras procedentes de los pozos y de un millar de pequeñas
desalobradoras del Campo de Cartagena a la rambla del Albujón que
desemboca en el Mar Menor. Una tubería que llevaba años vertiendo a
plena luz del día y conocimiento del organismo de cuenca. Decenas
de agricultores se agolparon para evitar el sellado del desagüe ante
la mirada atenta de medio centenar de agentes de la Policía
Nacional. Con voz recia advertían los lugareños “¡Están jugando
con el pan de mis hijos! Si nos sellan la tubería no vamos a poder
regar!” Los agentes que temían altercados iban bien pertrechados
pero el reloj marcó las 10.30 de la mañana y los indignados
agricultores se dispersaron como por arte de magia. Un agente
preguntó “¿Qué ha pasado? ¿Dónde han ido todos?” A lo que
uno que había quedado montando guardia respondió “¡A dónde van
a ir a esta hora, pues a almorzar! Y mientras almorzaban, comentaban
la forma de eludir el sellado. “¡Si taponan pero no nos dan agua,
algo tendremos que hacer! Decían entre plato y plato de magra con
tomate.
Los
agricultores son primarios y no en sentido peyorativo. Cuando toca
almorzar, almuerzan. Cuando toca dormir, duermen. Cuando toca regar,
riegan aunque oficialmente no haya agua. El lenguaje burocrático de
los políticos les marea. Sólo entendieron a Arias
Cañete cuando
dijo "el trasvase del Ebro se hace por mis cojones". El
agricultor que ha firmado con el banco una póliza de medio millón
de euros no tiene espera, ni sabe de trámites ambientales. Sacará
agua de dónde sea y regará aunque perjudique sus cultivos por el
exceso de sal. Solo así se entiende que en este momento haya más
melones y lechugas plantados que nunca en el campo de Cartagena o que
se estén arrancando y retirando alcachofas para evitar que acaben a
precio de saldo o regaladas. “¿Cómo es posible que estén
plantando lo mismo o más si dicen que no tienen agua?” preguntan
desde la consejería de Agricultura.
En
el subsuelo del campo de Cartagena hay tuberías enterradas para dar
la vuelta al mundo dos veces. Un sistema hídrico subterráneo que
comenzó a gestarse hace décadas y que se ha ido perfeccionando con
llaves de paso y desvíos que permiten seguir sacando agua de los
pozos sin que pase por el contador y no sea detectado por la
comisaría de aguas. Una red enterrada capaz de llevar un litro de
agua a cualquier punto del campo de Cartagena en poco tiempo sin que
nadie lo vea. Tuberías que llevan el agua incluso a muchas fincas de
secano que envidiaban la prosperidad del regadío y ya no plantan
cebada. Y si es necesario recurren a lo que en el campo de Cartagena
denominan “un
contento” que
no deja de ser un sistema de simplificación administrativa tan
antiguo como la humanidad. Ya me entienden. Pozos legales hay
contabilizados 926 con permiso para extraer 110 hm3 al año, pozos
ilegales ni se sabe. Si cierran un pozo, abren cuatro. Si hay que
pasar tuberías por debajo de las vías del tren o una vereda, se
pasan aprovechando el anonimato que concede la noche y al día
siguiente ni rastro. Si sellan una desalobradora, ponen otra dentro
de un cobertizo. Y si no hay más remedio, los vertidos de salmuera
al alcantarillado con el riesgo de hacer que estallen las
depuradoras. Algo que ya ha denunciado ante el SEPRONA la consejería
de Agricultura. Si alguien pregunta, se encogen de hombros. Nadie
sabe nada pero lo saben todo. De astucia van sobrados. “La
naturaleza no sabe de tiempos administrativos” dicen cabreados los
agricultores mientras siguen regando sus cosechas porque hay
contratos millonarios con grandes superficies y logísticas
alimentarias que tienen que cumplir. "Ser la huerta de Europa no
es solo un eslogan, es real y eso tiene un precio" aducen.
Durante
demasiado tiempo Consejería de Agricultura, Confederación
Hidrográfica del Segura y Demarcación de Costas del ministerio han
hecho la vista gorda sin prever el colapso ambiental del Mar Menor,
la joya de la corona por el que ahora todos se llevan las manos a la
cabeza y confiesa la consejera Adela
Martínez Cachá
“es lo único que me quita el sueño”. Seguro que ha resoplado de
alivio al saber que habrá una dirección general del Mar Menor.
Las
administraciones llevan 30 años incurriendo en dejación de
funciones. Ni aplicaban las leyes ya existentes ni desarrollaban
normativa que hubiese ordenado como es debido el desarrollo agrícola
de la zona y la protección de la laguna salada. Solo cuando la
Fiscalía, también con años de retraso, ha abierto diligencias han
decidido ser expeditivos nuestros gobernantes que señalan como
culpables a los agricultores, que no son santos pero tampoco son
demonios.
Hay
sinvergüenzas que siguen sacando agua de pozos y vertiendo la
salmuera en el acuífero que ya rebosa en muchos puntos vertiendo al
mar porque el agua siempre encuentra su camino. La desesperación no
es excusa en su caso. Y luego hay agricultores que durante años han
tirado del carro animados por las administraciones a plantar más
para dar empleo a miles de personas sin formación ni más futuro que
la tierra, que ahora solo quieren que les dejen trabajar porque es su
único sustento y son los mejores de España. Entienden que hay que
proteger el Mar Menor, pero no a costa de lo que les ha costado tanto
sudor y esfuerzo. No quieren pagar la dejadez de unas
administraciones que, cegadas por el dinero que entraba en caja y la
contribución al PIB regional y nacional, les concedieron carta
blanca aún sabiendo de la escasez de agua y sus fechorías para
paliarla. Unas administraciones que no han solucionado el déficit de
la cuenca del Segura con más trasvases, ni han realizado las
infraestructuras necesarias para dar salida a los vertidos. La
tubería que debe llevar la salmuera a mar abierto y que no estará
finalizada antes de un año, la llevan demandando los agricultores
desde hace más de 15 años. Hay hasta un proyecto del ministerio
cogiendo polvo en un cajón. Indignante.
De
haber agua suficiente del trasvase todo esto sería un mal sueño
pero para eso hacen falta políticos de Estado capaces de aprobar un
PHN que redote la cabecera del Tajo con trasvases desde el Ebro, el
Duero y el Tajo Medio. Sobra agua en España pero mal repartida y el
problema no tiene visos de solución mientras haya autonomías
dirigidas por políticos mediocres. Ni siquiera se han acometido las
obras de recrecimiento de las presas de Lebor, Moreras y Camarillas
anunciadas en 2015 que, según el gobierno murciano, iban a permitir
disponer de 130 hm3 más de agua a la cuenca del Segura. En 2016 eran
un apunte presupuestario dotado con 3 millones de euros en total. Las
obras las iba a cometer ACUAMED pero sus responsables sucumbieron a
la corrupción y a los implantes capilares. En los PGE de 2017, Lebor
y Moreras no aparecen. Y para recrecer la presa de Camarillas solo
hay un apunte de 2,2 millones hasta 2020. Murcia, como siempre, puede
esperar aunque estamos a las puertas del trasvase cero.
Es
comprensible la impotencia y la indignación que sienten muchos
agricultores: tenemos sol, temperatura, tierra, talento y terquedad
-no conozco a ningún agricultor que no sea terco- para arrancar del
suelo los mejores frutos y ser los primeros a nivel mundial. Pero
hace falta AGUA. Con agua suficiente, se acaban las trampas, “los
contentos” y repartir miseria con exceso de salmuera.
Y
no habrá agua mientras el gobierno de la Nación no tome conciencia
y decida en clave de Estado. No es normal que siendo Murcia una
región eminentemente agrícola y con tantos problemas -quizá por
eso- la ministra del ramo, Isabel
García Tejerina
solo nos haya visitado una vez y fue a Lorca con motivo de la feria
porcina de 2015 donde dijo que “Murcia utiliza el agua como nadie”
pero ni una palabra de nuevos trasvases. Más agua desalada vino a
anunciar. Tejerina
está tardando en ensuciarse los tacones pisando el campo de
Cartagena y las orillas del Mar Menor.
Dicen
que para ser agricultor debes mamarlo desde la cuna porque solo así
eres capaz de aguantar la dureza de una profesión que igual te da
que te quita. Con una granizada, hoy lo pierdes todo y mañana te
toca empezar de nuevo. Son cabezotas como una mula y por eso siguen
tirando del carro en una región primaria, tan primaria como ellos
¿De qué otro sector puede presumir la región de Murcia? ¿De un
turismo de segunda? ¿Qué futuro tenemos sin el campo y su potente
industria agroalimentaria?
Mientras
no haya agua del trasvase en cantidad suficiente que permita apostar
por una agricultura más ecológica y sostenible en el campo de
Cartagena y un marco normativo que lea la cartilla a los agricultores
y frene la avaricia de algunos, todo serán parches y ya se sabe qué
sucede con una rueda que se parchea en exceso, al final acaba
reventando.