Hola Mundo.
“Podéis elegir entre ser virus o vacuna dijo el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado como una gran idea cuando lo que no hay que ser es tonto". Iñigo Errejón. Fin de la cita.
La
pandemia ha certificado lo que ya intuíamos y es que en España hay
más tontos que botellines almacenados en Congreso, Senado, diputaciones y parlamentos autonómicos. A diestra y a siniestra. Da igual donde
mires. De todos los colores. Lamentablemente, no hay PCR que detecte la ineptitud de
los políticos antes de ir a votar y aunque la hubiese daría negativo. Están inmunizados por la vacuna de votos que cosechan elección tras elección. ¿Por qué habrían de esforzarse y gestionar por y para los ciudadanos y no para el partido político que los alimenta?
"Los
ciudadanos no necesitan eslóganes propios de las galletas de los
chinos" dice Errejón con acierto. Necesitan rastreadores, médicos, enfermeras. Necesitan que
les cojan el teléfono en los centros de salud y maestros para que
sus hijos no pierdan ni una hora de clase". Necesitan servicios públicos robustos y dirigentes
políticos responsables, coherentes y con alturas de miras. Y no
charlatanes de tres al cuarto que dan a elegir entre ser virus o
vacuna a familias que comparten un solo cuarto de baño y necesitan
ir a trabajar para comer, para sobrevivir en medios de transporte atestados de gente.
Los ciudadanos no necesitan a vicepresidentas (Isabel Franco) que les digan que si entran en la UCI ya pueden ir encargando la caja de pino porque lo más probable es que salgan con los pies por delante. Los ciudadanos tampoco necesitan consejeras happy clapy como la de Turismo y Deportes, Cristina Sánchez, que sin contar con los ayuntamientos ni con Epidemiología, ha ordenado el inicio de las actividades deportivas (competición y extraescolares) que movilizarán a miles de personas en toda la región mientras Salud se desgañita pidiendo a los jóvenes eviten las relaciones sociales porque el 30% de los contagiados en la región son asintomáticos y el 24% de los positivos tienen entre 15 y 29 años.
Cómo será de grave y disparatada la orden de la consejería de Turismo y Deportes que la alcaldesa de Molina de Segura, Esther Clavero, está planteándose declararse insumisa a las decisiones del gobierno regional para proteger a su población. Solo en Molina de Segura las actividades deportivas mueven a más de 10.000 personas. Fiesta para el coronavirus y pesadilla para médicos cualificados que deberían estar pasando consulta y atendiendo a sus pacientes y no rastreando contagios. El Colegio de Médicos ha exigido que las labores de rastreo y seguimiento salgan de la agenda de los centros de salud pero la consejería de Salud se niega. Y se niega aún sabiendo que hay graduados universitarios en paro más que cualificados para realizar esa tarea y funcionarios de otros departamentos de la administración regional sin apenas carga de trabajo a los que podría reubicar.
La segunda oleada del coronavirus se está cebando con “la mejor tierra del mundo” que dice Fernando López Miras, que en vez de contratar rastreadores, reforzar los centros de salud de atención primaria y planear la vuelta a las aulas cuando tuvo ocasión, se ha dedicado a imponer medallas a la ciudadanía, dar impostadas ruedas de prensa y publicar tuits. Una ciudadanía que empieza a revolverse indignada y asustada ante tamaña ausencia de materia gris, ante tanta incertidumbre y despropósito.
Y cuanto más se revuelve la ciudadanía más ruedas de prensa del Partido Popular
de la región de Murcia con el tole tole del trasvase, las pateras y los okupas.
“El problema de la okupación es un clamor social” asevera el
senador popular, Francisco Bernabé un día sí y otro también
intentando desviar la atención sobre el verdadero problema regional y es un gobierno despilfarrador que con la excusa de la mala financiación y de la crisis de 2008 ha maltratado los servicios públicos esenciales mientras gastaba millonadas aeropuertos y desaladoras inútiles.
En la “mejor tierra del mundo” que dice López Miras, el
coronavirus cabalga a lomos de la pobreza y la precariedad laboral. ¡Menuda sorpresa! Debería darles vergüenza si la tuvieran porque su partido, el PP, lleva 25 años gobernando la región de Murcia y 25 años prometiendo un cambio de modelo económico que nunca llega, ni llegará. ¿Y qué tenemos? Una región en la que impera la cultura del incumplimiento y la economía sumergida se aproxima al 30%. El
plan de 2012 contra la economía sumergida guarda el sueño de los
justos en algún cajón del palacio de San Esteban, el palacio de los planes muertos.
El 10 por ciento de los trabajadores testados en una decena de empresas hortofrutícolas ha dado positivo. Eso significa que son cientos. Solo en Totana hay una empresa agrícola que da empleo a 4000 personas. Hagan números para dimensionar lo que se avecina, pero no pregunten por el nombre de esas poderosas empresas que le darán con la puerta en las narices. "Epidemiología no da nombres de empresas" responden desde el departamento de prensa de la Consejería de Salud, pero bien que informan detalladamente de los colegios e institutos con positivos en Covid-19.
La epidemia está absolutamente descontrolada, entre otras cosas, porque esos cribados selectivos en empresas llegan tarde, muy tarde. Tan tarde como los rastreadores o los ordenadores para que los profesores puedan dar clases online y que sus alumnos no se queden atrás. "Saldremos todos juntos" repite el consejero Manuel Villegas siempre que tiene ocasión. Se engaña a sí mismo e intenta engañarnos a todos. Saldremos separados por una brecha social y educativa de dimensiones descomunales en una de las comunidades con mayor tasa de POBREZA. Baste
decir que la Estrategia Reactiva 2020 del gobierno murciano contempla
más medidas de comunicación y promoción publicitarias que educativas. Es más, ni una
sola palabra sobre educación en el apartado "medidas estratégicas". Y sin educación no habrá reactivación que valga, solo ignorancia, sumisión, desigualdad, pobreza e ilusiones rotas.
El único
anuncio que hizo el presidente López Miras en
el debate de la región del pasado mes de junio, en plena primera
oleada del virus, es que iba a reducir aún más los impuestos. Otros
30 millones de rebaja para luego ir a llorar al Gobierno de España
porque no tiene dinero para pagar la sanidad y la educación y tiene
que expulsar a niños del aula privándoles de su derecho
constitucional a la educación. Lo demás no fue mas que palabrería
hueca, anuncios de grandes planes y estrategias vacuos que lamentablemente
acaban enraizando en una tierra cuyos ciudadanos adolecen de memoria
y cultura política y en 2023 acudirán a votar masivamente al PP de López Miras y Ana Martínez Vidal y a
VOX de Luis Gestoso para que nada cambie y unos pocos sigan viviendo muy bien a costa
del esfuerzo de muchos. Al fin y al cabo, las autonomías se han convertido en grandes redes clientelares que viven de que su partido gane las elecciones. Autonomías (sistema autonómico) cuyas vergüenzas han quedado al descubierto con el coronavirus. Y eso en la región de Murcia se traduce gasolina para la extrema derecha. Recuerden que, según el barómetro del CEMOP, una inmensa mayoría de murcianos devolvería al Estado las competencias en sanidad y educación.
Nuestros políticos tienen escasos incentivos en buscar la excelencia porque saben que los españoles votan a sus partidos con una lealtad solo equiparable a la que sienten por su equipo de fútbol. La ideología y el partidismo tienen más peso en las urnas que la preparación, la honestidad o experiencia de los candidatos, enviándoles el mensaje de que su futuro no depende su gestión o de los resultados que obtienen" escribe acertadamente David Jiménez para New York Times. Qué gran vacuna contra la pandemia de incompetentes serían por tanto las listas abiertas ¿verdad?
Murcia y España están pagando el precio de no tener a los mejores al volante porque los mejores huyen despavoridos de la ciénaga en la que se ha convertido la política. Y no tener a los mejores cuesta vidas y arruina familias. La terrible gestión de la pandemia debería tener consecuencias políticas, debería pagarse en las urnas, pero eso no sucederá.